Forrellad, Lluïsa

Obra

Foc latent

Documentació

Article publicat a “La Vanguardia” el 12/03/2006

“Me di cuenta de que se me agotaba el tiempo”

El prolongado silencio de Lluïsa Forrellad ha sido enormemente productivo. En cincuenta años, nunca ha dejado de escribir y su afán perfeccionista la ha llevado a rehacer constantemente sus historias. De su imaginación desbordante han ido surgiendo ideas para múltiples relatos, para los que ha realizado esquemas previos, anotaciones, esbozos y primeras redacciones. Se puede decir que su infatigable dedicación no le ha dejado tiempo para pensar en publicar. Si ahora lo hace, es porque sus familiares y amigos han insistido.

EXIGENTE Y PERFECCIONISTA.

“Es verdad que he tardado en publicar. Pero no podía hacerlo hasta que el texto me satisficiera por completo. En estas décadas nunca he parado de escribir. Los años han ido pasando sin darme cuenta y cuando cumplí los 60 vi que se me agotaba el tiempo, y empecé a pensar en publicar. Soy muy exigente y he destruido muchos de los esbozos que había redactado. Después de publicar la primera novela, los editores me pedían otros libros, y ante la presión yo los acababa de cualquier manera; pero, como no me convencían, decidía finalmente no entregarlos. No quería ser editada por mi nombre, sino por el mérito de mi libro”.

MUCHO TIEMPO ´EN CAPILLA´

“Mi novela Siempre en capilla me salió de un tirón: ¡la escribí en sólo ocho meses! Tras ganar el Nadal, se convirtió en seguida en un éxito, y siempre se ha continuado vendiendo. He perdido la cuenta del número de ediciones, por lo menos han sido veinticuatro. Creo que el libro fue descatalogado el año pasado. Pero las buenas ventas me permitieron adquirir la casa de Bellaterra en la que vivo. La obra se tradujo dos veces al alemán, por dos editoriales distintas, y se hicieron dos adaptaciones para la televisión”.

´LA ESCRITORA FANTASMA´

“Cuando gané el Nadal, empecé a recibir multitud de cartas y llamadas telefónicas. Me pedían entrevistas, conferencias, incluso me llegaron a proponer ser fallera en Valencia. Todo se volvió excesivo, y aquella popularidad me agotó. Entonces empecé a esconderme y me llamaban la escritora fantasma.¡Pero yo me sentía tan bien alejada de todo aquello! Incluso me animé y decidí viajar a Londres y aprovechar para perfeccionar mi inglés. Viví allí un año y escribí una novela”.

UN CATALÁN NATURAL

“Tengo una quincena de novelas empezadas, y unas ocho acabadas. Pero es que antes de darlas por buenas las paso mucho por el colador, las depuro. Me resisto mucho a que quieran modificarme aspectos del estilo y la sintaxis. Yo intento escribir en un catalán natural, el que habitualmente habla la gente. Me molestaría que una novela mía pudiera parecer un diccionario. Naturalmente, evito los castellanismos, pero si yo escribo una mica,no tienen por qué cambiármelo por un xic,por poner sólo un ejemplo. Pienso que los términos demasiado académicos restan naturalidad a un texto”.

DESCUBRIR EL ORDENADOR

“Siempre he escrito varias novelas al mismo tiempo. Las dejaba y más tarde las retomaba. Y mientras tanto, empezaba otras. Tengo los cajones llenos de folios mecanografiados. Se me llegó a atascar la cabeza al desarrollar tantos argumentos a la vez. Pero es que no podía detener la afluencia de mi imaginación… También he llenado decenas de blocs con notas de todo tipo, datos y esquemas. ¡A veces me resulta difícil encontrar cada cosa…! Mi madre me dijo, poco antes de morir: ´Cuando yo te deje, podrás acabar las novelas´. Ella falleció en 1994 y entonces, gracias a mi sobrino, descubrí el ordenador, lo que fue estupendo. Me permite escribir mucho más deprisa, puedo ordenar los materiales y los párrafos a mi gusto, sin tener que recurrir al papel carbón y a las tachaduras”.

AUTODIDACTA

“Es verdad que, como se suele decir, l´escriure m´ha fet perdre el llegir. La escritura me ha robado tiempo para leer literatura. Pero sí que he leído muchos libros de todo tipo para documentarme. He estudiado, de forma autodidacta, botánica, geología, patología, anatomía… porque creía que era esencial para poder escribir con conocimiento de causa. También por mi cuenta me documenté sobre las enfermedades exóticas, y las que llamaban enfermedades vencidas, como la difteria, que aparecía en mi novela Siempre en capilla.El quid de aquella historia era que en bien de la humanidad se exponía a un ser humano a convertirse en conejillo de Indias, inoculándole la difteria”.

Article publicata a “La Vanguardia” el 12/03/06 per Rosa Maria Piñol

Vuelve la ganadora del Nadal 54

En enero de 1954, una completa desconocida de 26 años llamada Lluïsa Forrellad ganaba por sorpresa el premio Nadal. La joven trabajaba como devanadora en la pequeña empresa auxiliar textil de su familia en Sabadell y dedicaba todo su tiempo libre y buena parte de sus noches a su gran pasión, la literatura. Decidió concurrir al prestigioso galardón y su novela Siempre en capilla fue la elegida por el jurado, y dejó descabalgado entre los finalistas nada menos que a Juan Goytisolo, que concursaba con la obra Juego de manos.La escritora alcanzó rápida notoriedad y llegaron los elogios de la crítica, incluso del extranjero, ya que “The Times” y también Ramón J. Sender, desde México, la alabaron. La novela abría sin duda grandes expectativas. Sin embargo, y de forma tan sorprendente como había aparecido, Lluïsa Forrellad desapareció de la escena literaria poco tiempo después, sumiéndose en el silencio. Durante medio siglo ha permanecido voluntariamente retirada, pero sin dejar en ningún momento de escribir. Y ahora, a sus 78 años, reaparece por la puerta grande, con una ambiciosa novela que no dejará a nadie indiferente: Foc latent, una epopeya de más de seiscientas páginas que llegará el día 21 a las librerías de la mano de Angle Editorial. Foc latent es un relato de iniciación protagonizado por Pol Caselles, un chico huérfano de origen rural que vivirá su educación sentimental al mismo tiempo que irá ascendiendo en la escala social. Su peripecia se enmarca en Barcelona durante la etapa 1895-1907, una de las más convulsas de la ciudad, que vivía una imparable escalada de atentados anarquistas, y donde convivían la lucha de clases, el catalanismo emergente y la confrontación religiosa. La autora describe con precisión de cronista este trasfondo, que culminará en las jornadas dramáticas de la Setmana Tràgica. “Creo que empecé a escribir esta novela, hace ya más de treinta años, precisamente para contribuir a explicar la Setmana Tràgica -ha indicado Lluïsa Forrellad a este diario-. Mi idea era describir a una familia que viviera aquellas circunstancias y cómo éstas les iban afectando en su vida privada. En realidad, mi intento ha sido que, más que los personajes, el protagonista fuera aquel ambiente, que dio al traste con muchas familias. Mi personaje es un espectador que explica lo que ve y, a medida que avanza la novela, las circunstancias ambientales van adquiriendo mayor protagonismo”. Tras unos duros inicios trabajando como jornalero en la siega o la vendimia, Pol Caselles decide probar suerte en Barcelona, donde se empleará de peón en las obras de construcción del Eixample. Poco después logrará un empleo de guardabosques en la torre Darniu, la mansión de una familia aristocrática de Sarrià, en la que irá escalando puestos dentro del equipo de sirvientes. A la vez que empieza a interesarse por la situación política del país, el joven será testigo de los episodios sentimentales que se van dando entre los criados y de la vida cotidiana de sus dueños, un joven matrimonio formado por Isidre, inválido a causa de una bomba anarquista, y Amèlia, de la que Pol se enamorará secretamente. “Mis personajes son totalmente fruto de mi imaginación, no me gusta inspirarme en personas conocidas -dice Forrellad-. En el caso de Pol, quise que tuviera origen rural porque ésa es una vida que conozco bastante. Con mis padres y mi hermana gemela, solíamos pasar temporadas en el pueblo de Mura, donde aprendí muchas cosas de los trabajos del campo y de su terminología”. La lectura de Foc latent evoca, por distintos motivos, novelas como La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza (por la coincidencia de época y escenario), o Lo que queda del día, de Kazuo Ishiguro. También tiene ecos de la celebrada serie televisiva inglesa Arriba y abajo y de la novela romántica inglesa de corte clásico. Pero Lluïsa Forrellad afirma desconocer todas estas obras, ya que su intensa dedicación a la escritura le ha restado tiempo de lectura. “Sí he tenido que leer, para preparar ésta y otras novelas, muchas obras de historia, memorias y biografías, y también he pasado muchas horas consultando prensa en las hemerotecas”. “Soy muy respetuosa con los detalles históricos -añade la autora-. Si aparecen personajes reales, nunca falsifico sus frases, sino que incorporo sus citas textuales. Y a los personajes de ficción intento darles verosimilitud situándolos en la lógica del contexto real”. La escritora se ha documentado a fondo sobre los hechos de la Setmana Tràgica. “Me ha costado mucho -dice-, porque los historiadores del periodo mantienen sobre él posiciones a veces divergentes. Yo he tenido que analizarlas y adoptar mi propia conclusión. Cuando ya tenía la novela escrita, tuve ocasión de entrar en contacto con una hispanista, Terrell Tatum, que estudiaba este tema y que me confirmó que en el extranjero se había hablado más de él que en España. Gracias a esta investigadora pude confirmar detalles históricos que por mi cuenta ya había deducido”. El relato de Forrellad va desgranando la vida de sus protagonistas en paralelo a la creciente agitación ciudadana. “El fuego latente del título alude tanto al estallido violento que se está fraguando en Barcelona como al sentimiento amoroso oculto del protagonista”, explica. La autora sabe dosificar sabiamente los distintos niveles de la narración, desde las conversaciones que van introduciendo al protagonista en el ambiente político hasta las escenas más folletinescas. El estilo de Forrellad está muy trabajado. Es muy hábil en la construcción de diálogos (“eso me viene de la época en que hacía teatro”), y al describir personajes y situaciones utiliza a veces una forma casi sincopada, con frases breves y precisas pinceladas. “Escribo tal como lo siento. Y si alguien me lo rectifica, no percibo el texto como mío”, concluye.