Gil de Biedma, Jaime

Biografia

Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990) és el poeta més venerat de la generació del 50. Jaime Gil de Biedma neix a Barcelona en 1929 en el si d’una família acomodada. La seva poesia, de gran contingut social, va desembocant en un pessimisme que comença per ser existencialista i acaba en el més profund dels nihilismes. Alt càrrec de la Companyia de Tabacs de Filipines, el fet de portar una vida burgesa xocava, ja no només amb la simpatia que mostrava davant el marxisme i els autors marxistes als que solia llegir, sinó amb el fet de ser homosexual en una societat assentada sobre el concepte hipòcrita de família burgesa. La seva carrera literària comença cursant els seus estudis de Dret a la Universitat de Barcelona i la seva obra es veu influenciada per la poesia anglosaxona, els simbolistes francesos (concretament Baudelaire), la literatura medieval i per un autor cap al que sent una gran afinitat poètica: Cernuda. Un dels aspectes que ressalten en la seva obra, i en la obra de la majoria dels seus contemporanis, és la fugida del surrealisme i la defensa de la racionalitat. Això comporta a que la seva poesia sigui sovint bastant crua i directa, desfent-se de tot tipus d’imatges innecessàries, encara que sense perdre el sentit poètic. D’aquí fonamentalment la seva denominació de “poesia de l’experiència”. En 1959 publica Compañeros de viaje, que juntament a Moralidades (1966) conformen la part més social de la seva poesia, amb poemes plens de denúncia política on la hipocresia, la misèria del sistema capitalista, l’Espanya oprimida i la discriminació de la dona són temes principals. En 1965 publica A favor de Venus, poesia amorosa impregnada d’erotisme, i en 1968, per últim, apareix la seva obra Poemas póstumos. A partir d’aquí l’autor publica diversos poemes en revistes literàries, així com les seves memòries (Diario de un artista seriamente enfermo, 1974), però pateix una crisi que el porta a prendre la decisió de deixar a un costat la seva vida artística. Aquesta crisi és fàcilment visible en la seva evolució literària. El desassossec burgès que en un principi el porta a advocar fins i tot, en algun dels seus poemes, per un canvi social, un relleu de classes que transformi les estructures de poder i acabi amb el sistema capitalista, acaba produint en ell una actitud nihilista. La idea determinista de l’incapacitat del poble espanyol per canviar la seva història, del conformisme que després de la transició impregna a tots els sectors de la societat li fa perdre les seves esperances. D’una actitud potser més relacionada amb l’existencialisme de Sartre, en qui uns veuen ociositat burgesa i altres (com Kosik) veuen les idees de la revolució impregnades de romanticisme, Gil de Biedma passa a la desesperació més completa. Així, el pas del “nosaltres” al “jo” en la seva obra el porta a qüestionar-se la seva pròpia vida, la seva capacitat de sobreviure a l’apatia del conformisme burgès del que tant havia fugit. Tot això el porta a deixar pràcticament d’escriure fins ara de la seva mort. Així, en 1990, mor de SIDA un dels millors poetes de la nostra història més recent. Entre les seves traduccions destaquen les d’obres de T.S. Eliot i Christopher Isherwood.

Obra

“Barcelona no es bona, o mi paseo solitario en primavera” dins Moralidades

Documentació

Article publicat a “La Vanguardia” el 01/12/04 per J.A. Masoliver Ródenas

La caja de Pandora

Los poetas de la Escuela de Barcelona, como la ha llamado su máxima especialista y divulgadora Carme Riera, están unidos por un afán inicial común, por una estrecha amistad y por una clarísima conciencia de grupo. El tiempo les ha ido dando una más trágica cohesión: la voluntad de autodestrucción en casi todos ellos, con excesos que les conducen a una muerte prematura y al suicidio. Figuras que han entrado en el territorio de lo mítico y que invitan no sólo al estudio de su obra sino también de su persona. Si Carme Riera ha escrito un libro, La Escuela de Barcelona, que es un imprescindible punto de partida (y en muchos aspectos de llegada), algo parecido ocurre en el terreno de lo biográfico, con Los Goytisolo y, ahora, Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta de Miguel Dalmau (Barcelona, 1957). Un libro con un enfoque muy poco convencional en muchos sentidos, de modo que la agitada vida de Gil de Biedma se percibe, palpitante, en la estructura y en el lenguaje del narrador, no para identificarse mansamente con el poeta sino para aumentar la fuerza del retrato. Y si digo que no trata de identificarse es porque el autor es fiel a sus fuentes, y sus fuentes son la gente a la que ha entrevistado: “Este libro es fruto de numerosas conversaciones sobre Jaime Gil de Biedma”, nos dice explícitamente en el capítulo de agradecimientos. Y precisamente porque el autor no interviene, podemos percibir la contradictoria y conflictiva vida del poeta a través de las contradictorias versiones de quienes le conocieron como familiares, amigos o amantes. No hay aquí, pues, ni protagonismo ni mitificación. Por la edad, difícilmente podía Dalmau caer en el protagonismo, ya que no se basa en experiencias personales sino en testimonios ajenos. Podría haber caído en la mitificación (al fin y al cabo el grupo de Barcelona invitaba a que así fuera) y en cambio ha elegido el camino más eficaz y original: el de crear una figura dramática y, por lo tanto, sin caer en la investigación literaria (la bibliografía no engaña), revelar la calidad dramática de la poesía de Gil de Biedma. Por supuesto, no haber sido testigo directo crea algunos problemas: hay algunas inexactitudes (el Boliche no estaba en el Paseo de Gràcia, ni se popularizó el apelativo de los Biedma para sus admiradores: eso me lo inventé yo en mi Beatriz Miami incluida por Dalmau en su bibliografía) y los que vivieron aquella época tal vez echen a faltar la inmediatez de los recuerdos. Y el hecho de que no acuda a fuentes literarias lleva también a inexactitudes (por ejemplo, decir que Castellet no incluyó a Leopoldo Panero y a Rosales en su antología). Pero ninguna de estas imperfecciones afecta al conjunto del libro. Dalmau ha aprovechado su experiencia como biógrafo y crítico literario, pero asimismo su experiencia como novelista. La estructura, concebida como un tríptico inspirado en un tríptico de Francis Bacon que, para Gil de Biedma, parecía resumir la historia de su propia vida, “como si Bacon hubiera sabido expresar las obsesiones secretas de su tormentosa vida privada”. El primer panel se centra esencialmente en la biografía del escritor, el segundo en su obra poética y el tercero en su vida amorosa. En cada panel hay un orden cronológico, pero que se superpone con el de los otros paneles. Hay por supuesto un peligro, el de la reiteración. Es el peligro de quien ha querido correr todos los riegos para salirse de las biografías convencionales. Pero los aspectos positivos son incuestionables: a modo de una pintura cubista, vemos simultáneamente las distintas perspectivas que nos permiten captar la complejidad toda del personaje en lugar de una superficie plana. Pues de eso se trata, de revelarnos la vida del poeta. Y el tono narrativo propio de la novela permite establecer un lazo comunicativo con el lector y estimular la imaginación o percepción de lo narrado. Esta capacidad narrativa y dramática en ocasiones se le escapa de las manos y cae en el efectismo. Al hablar del signo astral del poeta, por ejemplo. Pero el resultado del conjunto es espectacular por lo que tiene de vivo, conmovedor y estremecedor. Gil de Biedma nace en el lujo, lo necesita y lo detesta, tiene el talento y el tesón de un alto ejecutivo y lleva una vida nocturna desenfrenada en una espiral autodestructiva, vive una relación conflictiva con un padre atormentado, vive descaradamente la homosexualidad y la oculta a su familia y en su trabajo. El tema del secreto es aquí un motivo recurrente. El secreto y la culpa, el hedonismo y la destrucción. Tal vez echemos a faltar en el primer panel la presencia de las hermanas (tan presentes en las entrevistas), pero la lejanía de la madre es de gran eficacia dramática, por el empeño del poeta en que no descubra su homosexualidad y sobre todo el sida que le llevaría a la muerte. El panel más poderoso es, sin duda, el último. Pero los anteriores son imprescindibles para llegar a la intensidad de la vida más íntima, desenfrenada y desesperada de Gil de Biedma. Nos interesan los comentarios sobre sus lecturas y cómo descubrió a sus poetas más admirados, los comentarios sobre sus poemas, con pistas muy valiosas. Las relaciones de amistad y, sobre todo, las amorosas, muy especialmente, paradoja entre tantas paradojas, con las mujeres (Mené Rocha o Isabel Gil, la mítica Bel de la gauche divine) y el contacto muchas veces ambiguo con los jóvenes poetas, que repiten la lejana figura de los ambiguos admiradores de Aleixandre. Gil de Biedma a veces nos indigna con su señoritismo y su exceso de inteligencia corrosiva, pero Dalmau ha sabido llegar a lo más hondo de un personaje cuyo fondo es un pozo de misterio, y ha sabido rescatar lo más valioso de la persona y del poeta. Serán muchos los lectores que habrían preferido mantener este secreto como se empeñó en mantenerlo Gil de Biedma. Sobre todo la gente que estuvo más cerca de él. Y también algunos que no lo estuvimos tanto. Pero lo que Dalmau desmiente, siempre a favor del poeta, es fruto de su investigación. Y lo que revela, es siempre fruto de personas que estuvieron muy cerca de Gil de Biedma, empezando por sus hermanas. Y, en todo caso, hay aquí una grandeza baudelairiana que el lector de su poesía, y no sólo el morboso lector de una biografía, necesitaba.

Article publicat a “El País” per Rosa Mora el 07/11/04

La vida atormentada de Gil de Biedma

Ejecutivo de día y explorador de los bajos fondos de noche, Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990) vivió, como él decía, “una esquizofrenia controlada”, que a menudo se descontroló en una carrera hacía el abismo. Fue, es, uno de los mejores poetas de la generación de los cincuenta. De producción escasa, pero de una intensidad y cuidado formal extraordinarios, abrió el camino de la actual poesía de la experiencia. Han tenido que pasar casi 15 años de su muerte para que aparezca la primera gran biografía: Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta, de Miguel Dalmau. El biógrafo desvela el secreto que marcó su vida y pone de manifiesto que su poesía fue, sobre todo, autobiográfica. Tenía una poderosa inteligencia, era seductor, elegante con un toque anglosajón, buen conversador, de enorme cultura, prodigiosa memoria, era brillante, tenía sensibilidad y ternura, dominaba idiomas, era cosmopolita y, además, sentía curiosidad por todo. Desarrolló una dialéctica mortífera que llegó a ser leyenda y que, en ocasiones, le convirtió en un enemigo temible. Fustigó hasta la crueldad a cuantos a él se acercaron, sobre todo a los jóvenes poetas que le pedían consejo. Nadie, excepto quizá Ana María Moix y Juan y Joaquina Marsé, escaparon al dardo de su palabra, ni siquiera su muy querido Carlos Barral. Gabriel Ferrater fue su sparring perfecto. Era de sexualidad potente y vigorosa, que, en combinación con el alcohol, le llevó a abismos sin límite y a una carrera hacia la destrucción. Fue, es, sobre todo, uno de los grandes poetas de la generación de los cincuenta, que abrió rutas literarias con apenas 80 o 90 poemas de enorme intensidad y rara perfección formal. Pero tenía un secreto que marcó su vida. Ahora, cuando se cumplen 75 años de su nacimiento -el próximo 13 de noviembre- y casi 15 de su muerte -el 8 de enero de 2005-, aparece Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta, la primera gran biografía del poeta. La publicará Circe y saldrá el 20 de este mes. Su autor es Miguel Dalmau, el mismo que fue finalista del Premio Anagrama de ensayo con Los Goytisolo. Dalmau ha reunido más de cien testimonios, de familiares, amantes y amigos, y más de cincuenta fotografías, en su mayoría inéditas. Ha sido una investigación ardua y no exenta de dificultades, pero el resultado es un libro que nadie de quienes aman la poesía de Gil de Biedma querrá perderse. Dalmau desvela el misterio que rodeó su vida y pone de manifiesto que su inventado personaje poético es falso. Su poesía es pura autobiografía. Dalmau reconstruye la figura de Jaime Gil de Biedma desde tres puntos de vista: su trabajo en la Compañía de Tabacos de Filipinas, la poesía y el amor.

Pregunta. ¿Cómo era en realidad?

Respuesta. Tenía un conflicto brutal consigo mismo. Se odiaba tanto que el odio le desbordaba. El alcohol podía convertirle en un enemigo temible. Jugaba a ser diferentes personajes, el de señorito que se autofustigaba, el de ejecutivo, el de amante…

P. ¿Por qué se odiaba tanto?

R. Tenía su versión oficial: “Me odio a mí mismo porque tengo que envejecer, porque tengo que morir”. Yo creo que ese odio parte de un trauma de su infancia que no es otro que el de su despertar al sexo. Sufrió abusos sexuales en la infancia y en la adolescencia por una persona de confianza de su círculo íntimo. Y si en aquel contexto histórico y social el sexo ya era un tabú, el contra natura, como se decía, era doblemente castigado. Su odio nace del sentimiento de culpa.

P. No es ésa la imagen que da en los poemas en que recuerda su infancia.

R. Blindó sus poemas para que nadie remotamente dudara de que su infancia había sido inmensamente feliz. Todo eso del personaje poético que se inventó es mentira. “No soy yo”, decía, “el que habla en los poemas, es un personaje poético”. Lo hacía para tranquilizar a la familia, sobre todo a su madre. Como dice Francisco Rico, su poesía es “directa y descarnadamente autobiográfica”. Jaime Gil de Biedma nació el 13 de noviembre de 1929 en Barcelona. Su padre era hijo de un senador conservador, y su madre, de familia liberal -su padre había sido ministro de diversos Gobiernos antes de la guerra-. Al poeta le pusieron de nombre Jaime en recuerdo de un hermano que así se llamaba y que murió antes de que naciera él. Eso no gustó demasiado a Tatón o Jaimito, como le llamaban en casa. Para sus compañeros de colegio era Croqueta, porque era gordito. Su madre, Luisa Alba, puso todas sus esperanzas en él, era el elegido que había de recoger la antorcha del abuelo ministro. Su padre, Luis Gil de Biedma, se conformaba con menos: quería que entrara en la Compañía de Tabacos de Filipinas, en la que él ocupaba un alto cargo. Estudió Derecho. ¿Cómo era Jaime Gil en aquel otoño de 1946, cuando llegó a la facultad? Un estudiante de muy buen aspecto, bien trajeado, con un pañuelo en el bolsillo de la americana y un prendedor de oro en la corbata. “Pocos iban así a la facultad: sólo los hijos de la high society de Barcelona”, cuenta en el libro Alberto Oliart. Dio a las tertulias de la universidad “un irritante tono aristocrático”, según Barral. No acabó la carrera en Barcelona, sino en Salamanca; según decía él, porque era una universidad más importante; según su biográfo, porque huía de un amor que no prosperó. En Barcelona le “descubrió” Fabián Estapé, entonces un joven profesor auxiliar y un auténtico cazador de talentos. Le introdujo en la economía política y también en la literatura y la filosofía. Gil de Biedma dilató cuanto pudo su incorporación a Tabacos de Filipinas. Acabados los estudios quiso ser diplomático, pero no funcionó. “Perpetró una boutade digna de Dalí cuando le pidieron que glosara por escrito los encantos de aquella ciudad que como aspirante a diplomático encarnaba sus ideales”, escribe Dalmau. Mientras los otros opositores cantaban las excelencias de los bulevares de París o de los parques de Londres, “él redactó una impecable composición dedicada al pueblo de Arévalo”. Finalmente, tras una larga estancia en el Reino Unido y París, entró, con enchufe, en Tabacos de Filipinas, pero pronto fue muy valorado por sus jefes. Tuvo una iniciación tardía a la poesía y siempre fue muy honesto al evocar las circunstancias de su nacimiento poético: “Tenía unas copas encima y me di cuenta de que podía ser poeta porque tenía en la cabeza un poema”. “Rompió a la poesía”, como dice Estapé, en 1949. Ese año en que escribió su primer poema fue muy especial para él. Quiso compartir un secreto que le atormentaba, su homosexualidad. Se lo contó a Barral y a Estapé. El primero le respetó aún más por la valentía de admitirlo. El segundo le aconsejó que escribiera poesía, sobre todo sonetos. También se lo confesó a Oliart: “Jaime me contó que era homosexual; exactamente me dijo que podía hacer el amor con las mujeres, pero que sólo se enamoraba de los hombres; que su iniciación en las prácticas homosexuales había empezado a los tres años, edad en que una persona mayor lo utilizaba para sus prácticas sexuales”. ¿Quién fue esa persona? Dalmau opina que es mejor no escarbar en esa terrible historia. El biógrafo aporta abundantes testimonios de que el poeta era bisexual. Por su vida pasaron interesantes mujeres: Mené Rocha, culta, inquientante, independiente, de la que fue inseparable durante uno de sus viajes a Filipinas. Isabel Gil Moreno de Mora, a quien dedicó el poema A una dama muy joven, separada, y con la que incluso pensó en casarse. Natacha Seseña, con quien tuvo una sintonía inmediata. “Tenía una sexualidad desesperada, transgresora, urgente”, explica Dalmau. “En esto era muy parecido a Pasolini”. El exceso de alcohol y una vida sin límites llevaron al poeta a situaciones muy complicadas. Le hicieron chantaje e incluso se lo hicieron a su padre. Sufrió depresiones y crisis, intentó suicidarse en dos ocasiones. Contrajo tres veces la sífilis, se contagió de sida, vivió escenas de enorme violencia con chaperos… Y tuvo grandes amores, como Jorge Vicuña (nombre supuesto) o Pep Madern, al que nombró heredero universal. “Nunca cerraba capítulos de su vida. Creó una especie de familia paralela integrada por sus ex amantes a los que llamaba siempre que necesitaba”, dice Dalmau. “En el libro los amantes fallecidos aparecen con su nombre real, y los que aún siguen vivos, con nombre supuesto”. Asumir y practicar su homosexualidad no le fue fácil. Manuel Sacristán, por ejemplo, le negó el ingreso en el Partido Comunista, algo que el poeta deseaba muchísimo. “Sólo la torpeza de algunos responsables de política cultural del PC que rechazaron la solicitud de Jaime para ingresar en sus filas le salvó de cometer lo que hubiese sido una torpeza aún mayor”, dice Ángel González en el libro. Pero el poeta acusó este nuevo revés. La complicada vida amorosa de Gil de Biedma es sólo una parte del libro. Dalmau documenta exhaustivamente todos sus poemas: cómo, cuándo y en qué circuntancias fueron escritos. La obra del poeta se resume prácticamente en tres libros: Las personas del verbo, Al pie de la letra y Retrato del artista en 1956 , ampliación y versión definitiva de Diario del artista seriamente enfermo (1974), que por voluntad expresa de Gil de Biedma fue publicado un año después de su muerte.

Pregunta. Gil de Biedma, en castellano y Gabriel Ferrater en catalán, señalaron el camino de la poesía de la experiencia.

Respuesta. Gil de Biedma trascendía la anécdota. A diferencia de la actual poesía de la experiencia y sin quitarle valor, sus poemas no fueron circunstanciales, fueron experiencias reposadas como el buen vino con el tiempo. Hay algo muy claro: no le gustaba la poesía homosexual de reivindicación y anecdótica…

P. ¿Qué le interesaba?

R. El mundo de relaciones que se establecen entre dos personas que se aman, el ciclo completo de una relación amorosa.

P. ¿Cómo definiría su poesía?

R. Recoge cinco siglos de la mejor tradición poética española; incorpora la tradición inglesa de los años treinta, como Auden o Eliot; también el acervo popular, elementos de rock y de pop, la canción francesa, la zarzuela… Y a eso se añade un extraordinario conocimiento del idioma.

P. ¿Y la poesía social?

R. Escribió algunos, como Asturias, 1962, que sobreviven bien. Hubo un cambio radical en los sesenta, con la llegada del turismo. El paso de la España rural a la urbana es el certificado de defunción de su poesía social.

P. “Mi infancia eran recuerdos de una casa…” o “Yo nací (perdonadme) / en la edad de la pérgola y el tenis”, del poema Infancia y confesiones, recuerdan a Machado y a Alberti.

R. Era un grandísimo lector. Él hubiera odiado la palabra intertextualidad, hubiera preferido “préstamos literarios”. Lo asimiló todo, como ya he dicho. Se puede decir que lo que hizo Cortázar con la prosa en español, lo hizo él con la poesía.

P. ¿Por qué dejó de escribir tan pronto?

R. Se han dado muchas explicaciones. Según Juan Goytisolo, no pudo sobrevivir a la abolición de la censura, la suya era una literatura de máscaras. Otros afirman que su ciclo poético se había agotado. Él mismo se destruye en “Contra Jaime Gil de Biedma” y se ve muerto en “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”. Yo creo que no dejó nada por decir.

P. ¿Cuál era su poema preferido?

R. No volveré a ser joven. “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde / -como todos los jóvenes, yo vine / a llevarme la vida por delante-. Dejar huella quería / y marcharme entre aplausos / -envejecer, morir, eran tan sólo / las dimensiones del teatro-. Pero ha pasado el tiempo / y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir, / es el único argumento de la obra”. La poesía de Gil de Biedma quedará, por encima de todo, para siempre.

Article publicat a a “La Vanguadia” el 19/06/02 per Juan Antonio Masoliver Ródenas

Dialogando con Gil de Biedma

Conversaciones recupera las entrevistas y conversaciones con Jaime Gil de Biedma (1929-1990) aparecidas en periódicos y revistas de 1950 a 1990, para ampliar de este modo el perfil biográfico y estético condensado en tres expresiones de su breve obra: los poemas de Las personas del verbo, las páginas autobiográficas del “Diario de un artista seriamente enfermo” y los ensayos de El pie de la letra. Esta amplia gama de diálogos es interesante porque no sólo refleja la evolución de las ideas del poeta sobre aspectos centrales de su personalidad y de su persona o sus personas poéticas, sino que permite asimismo ver reflejado el testimonio de distintas generaciones: amigos cercanos como Juan Marsé o Jaime Camino, colaboradores como Àlex Susanna, expertos en su obra como Carme Riera, periodistas como Maruja Torres o escritores jóvenes como Benjamín Prado.
El prólogo de Pérez Escohotado resulta insuficiente. Habría sido más útil una introducción general sobre el poeta en la línea de la que escribió Carme Riera para la edición de Lumen a Las personas del verbo. Lo que echamos a faltar en la introducción es una visión general del mundo de Gil de Biedma, una “historia” de las entrevistas y de los entrevistadores y un panorama de lo que el libro ofrece en su conjunto, tanto de lo nuevo como de las ideas ya conocidas, es decir, situar los textos en un contexto. No todas las entrevistas tienen la misma calidad, ni en todas el entrevistado muestra el mismo interés.Con los más jóvenes (Leopoldo María Panero o Benjamín Prado) parece impacientarse. Hay narcisismo y complicidad, exhibición de esgrima intelectual y de sensualidad verbal en la conversación con Carlos Barral. Y en ocasiones (con Federico Campbell y, sobre todo, la entrevista con la redacción de la revista “Thesaurus”) una voluntad de ahondar en su obra poética y en sus ideas sobre la poesía.
Por supuesto el orden cronológico crea una especie de “pathos” (del hedonismo de los primeros años al cansancio y al abandono de la poesía en los últimos) y le da una calidad narrativa. El hecho de que se hayan incluido tantas entrevistas (¿todas?: no se nos dice) le da variedad pero al mismo tiempo invita a las repeticiones, que aquí llegan a fatigar. Y alguna responsabilidad tendrán los entrevistadores si muy pocas veces aparece el brillantísimo conversador que fue Gil de Biedma. Brillantísimo y demoledor. La cortesía domina a lo largo del libro. Y es tal vez por cortesía o mojigato pudor que los entrevistadores se limitan a hablar de la sensibilidad homosexual a un nivel literario, centrada en Lorca y Cernuda, o no hurgan en su participación en la polémica antología de Castellet Veinte años de poesía española y la escandalosa eliminación de uno de los poetas más interesantes y prometedores, Alfonso Costafreda, de la que con toda la ligereza del mundo Gil de Biedma se declara responsable directo.
Con todas sus digresiones, repeticiones, cautelas y falta de verdadera dialéctica, Conversaciones resulta un libro ameno y de especial interés para quienes no conozcan la obra de Gil de Biedma. Son importantes muchas puntualizaciones sobre su relación con la lengua castellana, frente a la catalana o la inglesa. “Si yo pudiera elegir, escribiría en catalán o en inglés. El castellano tiene una serie de inconvenientes alarmantes como lengua de poesía”, algo que inevitablemente preocupa a quien a lo largo de las conversaciones se muestra obsesionado por las exigencias de la modernidad y de encontrar una voz moderna a su propia poesía. Se entiende su identificación con Gabriel Ferrater y la celebración de la poesía medieval, de Foix y de la poesía inglesa, muy especialmente de Eliot (“un poeta por el cual siento la más absoluta veneración”) y de Auden (“es el poeta y escritor que más me ha influido”).

Reñido con la caridad

Esta exigencia de modernidad y la necesidad (que comparte, por otro lado, con sus mejores amigos, Barral y Ferrater) de buscar unas lecturas que alimenten el afán renovador explica los elogiosos y lúcidos comentarios a Antonio y Manuel Machado, a Cernuda, a Guillén y hasta a Leopoldo Panero, pero también los comentarios críticos y los comentarios negativos, categóricos, perversos y muy personales a poetas como Pound (“su edad mental es de 15 años”), Juan Ramón Jiménez (“a los poemas de J. R. J. les falta contrastación, están escritos por recetas”, “no le considero un gran poeta”) o Blas de Otero (“este hombre es el varón de dolores, no hace más que llorar por España todos los días”). Sabemos que la caridad no era una de las cualidades más notorias de Gil de Biedma. También sabemos que de la caridad sale muy poca poesía.
Gil de Biedma parece haber limitado el espacio de sus preocupaciones para ahondar en ellas. No le interesa el cine y no hay referencias a la pintura o la música. Muy pocas a la novela. Las personas del verbo coinciden con las personas marcadas por el tiempo: el tiempo de la solidaridad, del hedonismo y de la sensualidad de origen sentimental, y el de la pesimista visión de la naturaleza humana y del miedo a la vejez y a la muerte que coincide con su pérdida de fe en la poesía. A estos ramalazos de intensa presencia humana y a las inteligentes y personalizadas opiniones y reflexiones sobre la poesía hay que añadir, aquí no del todo visible, el placer por las piruetas de la inteligencia hechas palabra, “jugando a esas cosas que nos gustan, que es hablar de lo que nosotros no sabemos”. Para escribir luego de lo hondamente conocido y vivido.

Links

Estudi sobre Las personas de verbo en format PDF

http://amediavoz.com/gildebiedma.htm

Jaime Gil de Biedma. A media voz

http://www.poesia-inter.net/indexjgb.htm

Jaime Gil de Biedma

http://www.tsc.es/p&j;/poesia/book/jgb.html

Jaime Gil de Biedma

http://www.tvcatalunya.com/aleph/2001/gilbiedma/

Jaime Gil de Biedma. TV Catalunya