Biografia
Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1935). Va estudiar Dret i Criminologia en la Universitat de Barcelona. En la dècada dels vuitanta es va confirmar com un dels milloris i més personals narradors espanyols contemporanis. Molts dels seus textos escrits s’han adaptat al teatre, tant a Espanya com en altres països amb extraordinari èxit. Ha publicat les novel·les El castillo de la carta cifrada (1979), Amado monstruo (1985), Preparativos de viaje (1986), El cazador de leones (1987), La ciudad de las palomas (1988), La máquina voladora (1996), Los misterios de la ópera (2000), El canto de las tortugas (1988) i Diálogo en re mayor (1996), i els llibres de relats Problemas oculares (1994) i Historias mínimas (1989). Molts dels seus llibres estan editats a Alemanya, Holanda, Brasil, França, Itàlia, Portugal, Israel, Hongria, Polònia, Suècia, Dinamarca, Finlàndia, Gran Bretanya i Estats Units d’Amèrica, amb excel·lent acollida de crítica.
La soledad de los pirómanos
L’acció d’aquesta novel·la transcorre un dissabte de novembre, el mateix dia que es produeixen una sèrie de misteriosos incendis en distints punts de la ciutat. Rafael, un home madur i solitari, empleat de banca, s’aixeca tots els dissabtes primerencs i surt a córrer pels carrers de la ciutat amb Ramon, un altre solter madur i matusser, que duu una vida tan solitària i monòtona com la del seu amic. Els dos pretenen recuperar la forma física i el vigor definitivament perdut.
Article publicat a “El Mundo” el 05/06/01
Javier Tomeo retrata la soledad de una persona conectada al mundo por la televisión
La actividad de un funcionario solitario que mantiene su contacto con el mundo a través de la TV sirve a Javier Tomeo para contarnos en su nueva novela, La soledad de los pirómanos, como es la vida de una persona que “no es capaz de querer ni a su gata Julieta”.
El escritor, autor de novelas como ‘Amado monstruo’, adaptada al teatro, La ciudad de las palomas o El mayordomo miope, considera que La soledad de los pirómanos, es la soledad de “aquellos que arden por dentro y que se queman a sí mismos en la hoguera de su aislamiento”. Rafael, el protagonista, proyecta su superioridad con otro personaje de nombre Ramón, tan solitario como él, y pasa todo un día en una ciudad indeterminada porque, según Tomeo, en realidad la localización geográfica no importa. Las conversaciones fantásticas de Rafael consigo mismo y hasta con la gata, a la que cuida pero también maltrata, y de cuyo afecto tampoco se fía, nos permiten acercarnos a su personalidad, que “cuestiona todo lo que ve, haciéndose abundantes preguntas poco comunes sobre casi todo y sin mantener con los demás una relación normal”, puntualizó.
Gente no demasiado inteligente
El escritor aragonés subrayó que los tipos como el Rafael de su novela suelen corresponder a gente no demasiado inteligente, pero que confían demasiado en sus propias posibilidades, indolentes, “cachazas”, de reacciones automáticas y que esperan conseguir un objetivo de forma equivocada. De alguna manera, dan ganas de decir, “¿te has visto en un espejo?” o ¿”con que derecho sueñas”?. El escritor confesó que escribe “a base de automatismos” y que se plantea una historia cuando le “entra por los ojos”, momento en que, según dijo: “la proceso en mi interior y la devuelvo”. “Escribí esta historia de esta manera porque me salió así”, señaló, es decir, “es el personaje el que se hace a sí mismo y elige sus propios caminos en un ámbito intemporal, en este caso dialogando parcialmente con un inferior”, señaló. La novela “La soledad de los pirómanos” ha sido escrita “muy rápidamente, pero también está muy corregida”, señaló este escritor, propuesto para el Premio Nobel por las instituciones aragonesas. “Mis personajes son en cierto modo como un caramelo”, puntualizó Tomeo, en el que las frases claras y fáciles son el envoltorio transparente pero que, para llegar a conocerlo bien, es decir, llegar a su sabor, el lector debe llegar al personaje.
En esta novela como en otra de Tomeo cuyo título es El castillo de la Carta Cifrada, los refranes, que le han venido de su madre y de su abuela, forman una parte esencial de la forma de expresarse de los personajes. Admirador de Kafka, cuya obra tiene que procurar no releer demasiadas veces, según explica el propio escritor, Tomeo reconoce que sus primeras novelas deben mucho a este autor, tan influido por Jung y Freud, por lo que sus personajes tienen mucho del “ello”, no del yo ni del “super yo”. Sobre su novela “El crimen del cine Oriente” que próximamente aparecerá en la misma colección de Espasa-Narrativa, Tomeo comentó que le encargaron un guión de cine pero le salió una novela. “Se trata de una historia fascinante”, señaló, la de una mujer que troceó a su compañero tras haberle matado accidentalmente, pero la película que se hizo posteriormente “no responde a lo que yo escribí, sino a la obra de un profesional del cine”. Javier Tomeo reconoció que sus obras no son corrientes, pero que tiene lectores adictos “de calidad” que le quieren y agregó que hoy se escribe demasiada novela realista sobre problemas concretos como la emigración o el terrorismo que conectan con el lector medio.
Article publicat a “La Vanguardia” el 08/07/01 per Juan Carlos Merino.
Tomeo publica La soledad de los pirómanos, su obra más barcelonesa
“Esta es mi novela más barcelonesa”, dice Javier Tomeo a propósito de su último título, La soledad de los pirómanos (Espasa). Y es que a este aragonés -nació en Quincena, Huesca, en 1932, aunque reside en la capital catalana desde tiempos inmemoriales- la ciudad se le ha ido haciendo cada vez más presente en su literatura, hasta ser ya plenamente identificable, por mucho que la oculte tras iniciales. Es decir, el café Z no es otro que el céntrico Zurich, y el café O, el café de la Ópera. De hecho, la trama de La soledad de los pirómanos surgió cuando, sentado en una terraza en la Rambla, observó a una niña pelirroja, vestida de rojo y hasta con los ojos rojos. Después vio un hilo de humo que ascendía desde el Liceu. El gran teatro ardió, y Tomeo pensó que tuvo que ser aquella niña la que le prendió fuego con sus ojos rojos.
La soledad de los pirómanos”discurre en un solo sábado del mes de noviembre -un día en que se producen unos misteriosos incendios en distintos puntos de la ciudad- y narra la historia de dos amigos, Rafael y Ramón, personajes extremos cada uno a su manera, que quedan precisamente todos los sábados para hacer “footing”, uno con su chándal rojo y otro con su chándal azul. Son dos oficinistas, dos perdedores, a través de los cuales Tomeo -en opinión del escritor Félix Romeo, que apadrinó la presentación de la novela en Madrid- da rienda suelta a su pensamiento y su mirada sobre la realidad “a través de pequeñas bombas de trilita lanzadas al lector con un humor sin piedad”.
Javier Tomeo, uno de los autores españoles más traducidos en Europa y cuyas obras han subido también a los mejores escenarios, busca ni más ni menos que purificarse a través de la literatura, siempre reducida a su mínima expresión textual (“Si puedo utilizar tres palabras no escribo seis; quiero que cada palabra que escribo tenga una luz interior”), y en La soledad de los pirómanos habla mucho de lo primero, la soledad. “La incomunicación y la soledad son los mayores males de nuestro tiempo señaló-. Pese a los teléfonos móviles, Internet o las videoconferencias, nunca el ser humano estuvo más incomunicado. Somos como náufragos en el mar con un solo chaleco salvavidas. Pero al final sólo lo alcanzará el triunfador. Eso genera odios, tensiones, agresividad.”
En la novela también destaca el papel de la televisión. “Veo la tele siete u ocho horas al día -bromeó-, y puedo asegurar que es la versión electrónica del diablo medieval. La televisión te carga de mala uva. A mí me mantiene en forma literaria y me proporciona argumentos.”
El autor de El crimen del cine Oriente (admirador de Kafka, Poe, Hamsun y Handke: “No leía lo que todo el mundo y por eso me fui convirtiendo en un ‘outsider’”) aprovechó para recordar sus inicios como escritor. “Iba por Barcelona sembrando de originales todas las editoriales: Planeta, Carlos Barral, Plaza y Janés… Tenía la cabeza dura como un aragonés y las negativas me encendían, así que seguí insistiendo. Al final me acabó traduciendo un editor alemán y ya todo lo demás vino rodado.” Tanto, que ahora hay quien le propone para el premio Nobel. “Bueno, eso es cosa de tres amigos aragoneses. Me siento arropado por mis paisanos. Al fin y al cabo, la Generalitat ya tiene de candidato a Gimferrer, ¿no?”
Ahora Tomeo acaricia un viejo proyecto. Su novela Napoleón VII -que, reconvertida en diálogo teatral, intentó llevar a escena Mario Gas- puede verse transformada en una comedia musical, de la mano de Javier Gurruchaga. Mientras tanto, ya está buscando editor para una colección de cuentos.
Article publicat al diari “Avui”, el 14/09/00 per Albert Compte
El pare de Kafka
El dia que em mori, quan el funcionari celestial encarregat de fer-me el test psicotècnic de rigor per veure què fan amb mi allà dalt, em pregunti què o quines coses puc al·legar en el meu descàrrec, jo penso inflar el pit i contestar-li només una cosa: Javier Tomeo.
Si després d’això, no m’envien directament a una suite de luxe amb vistes a una piscina plena d’Helen Lindes prenent el sol en top-less, voldrà dir que el meu jutge deu ser un fan de les novel·les de Javier Marias, i aleshores tant se me’n dóna què facin amb el meu esperit un cop s’hagi desprès del cos; com si me’l facturen a les calderes d’en Pere Botero. Prefereixo la companyia dels psicòpates o dels concursants de Gran Hermano a viure eternament envoltat d’éssers de llum que agafen la sintaxi i construeixen frases com ara les següents: “Pero entonces lo pensé para entonces”, o bé: “Esté al tanto de que ha sido asesinado desde el momento siguiente a que se ha asesinado”, o bé: “Hasta que ya no se diga nada y ya más no haya”.
Jo prefereixo, si se’m permet opinar post mortem, anar al cel de safari fotogràfic amb el caçador de lleons albins Armand Duvalier; voldria també conversar durant hores i hores amb el marquès de la carta xifrada sobre el color verd i els seus efectes sobre la líbido en l’obra de Marc Chagall; jo voldria perdre’m pels soterranis de l’òpera de la mà de Brígida von Schwarzeinstein, i dir-li al banquer Krugger que si bé és cert que no hi ha amor més gran que el d’una mare, dubto molt que la seva fos millor cuinera que la meva. I voldria parlar sense embuts de monstres per excés i per defecte amb el sàdic melòman de Don Dagoberto; i ajudar a la pobra Maria a fer desaparèixer fins l’ungla del dit petit del cadàver de l’acomodador del cine Oriente, i després convidar-la a una paella generosa de marisc i de vi d’agulla. Voldria demostrar-li a l’Anita la carnissera que li està bé tot el que li passa per refiar-se d’un individu que gasta aires d’escriptor i porta una dent d’or postissa.
Jo voldria, en poques paraules, que després de mort em destinessin al paradís de les criatures sorgides del geni taumaturg de Javier Tomeo, i passar-nos una eternitat xerrant de bestieses i explicant-nos històries circulars sense contingut ni missatge els uns als altres, com si estiguéssim prenent unes cerveses i unes ametlles salades a la terrassa del bar Zurich, i tinguéssim tot el temps del món. I si se’m diu que aquesta fauna tan estranya no ocupa els cercles del cel sinó més aviat les espirals de l’infern, jo vull anar a l’infern quan em mori, i solidaritzar me amb el pobre majodorm miop. Vull demanar audiència a l’emperador Napoleó VII i pregar-li que em signi un autògraf en els calçotets aquells dels elefants voladors. Jo vull descobrir el país de Benujistan sense moure’m del sofà; voldria entrevistar també un ornitorinc i regalar-li l’entrevista al poeta d’ulls asimètrics que apareix en el Canto de las tortugas.
Jo voldria, en fi, viure en l’altra vida amb la gent que he après a estimar en aquest món, i que viuen a les novel·les de Javier Tomeo. I com a president del seu club de fans, voldria dir-li també al mestre Tomeo que el visionari J.L. Borges l’encerta del tot quan sosté que els genis autèntics inventen els seus pares literaris; que són en certa manera els pares dels seus pares, i que ell solet, sense que ni tan sols ho sospiti o li importi gens, ha inventat Kafka i tot l’expressionisme alemany de retruc. Amb una diferència que caldria apuntar-la en el seu haver: l’esperpent que freqüenta l’autor d’Amado monstruo neix de la soledat i l’aïllament de l’home contemporani respecte als seus congèneres, i desemboca finalment en el sentit de l’humor. Penso que és per aquesta raó que els lectors alemanys el consideren com un dels seus, perquè els proporciona allò que precisament els manca potser com a poble: la sempre tonificant capacitat de fotre’s de si mateixos; de redimir-se a ells mateixos a través de la tendresa, la soledat sonora i el sentit de l’humor. Em sembla a mi.
http://www.10lineas.com/Tomeo/
Javier Tomeo
http://www.maptel.es/felix/tomeo/
Historieas mínimas de Javier Tomeo