Biografia
Esther Tusquets va néixer en 1936 a Barcelona, on va estudiar Història. Fins fa uns mesos, ha dirigit l’editorial Lumen. Entre la seva producció destaca la trilogia novelesca formada per El mateix mar de tots els estius, L’amor és un joc solitari i Encallada després de l’últim naufragi . La seva última obra és Correspodència privada.
El mismo mar todos los veranos
Correspondència privada
Correspondència privada consta de quatre cartes, barreja de realitat i ficció, a través de les que la protagonista recupera els moments i persones més importants de la seva vida, ja sols vius en la memòria.
Entrevista pubicada al diari “ABC” per Ángela Molina
Esther Tusquets: «Durante treinta y seis años, Lumen fue un milagro»
He aquí una mujer demasiado sutil para imponer nada, salvo su intimidad. Esther Tusquets (Barcelona, 1936) no ha tenido nunca una Ariadna que le indicara el camino para descubrir la celebración de su propia vida. Pero ha sido el amor -por la literatura, sus hijos, su marido- el único valor que sigue persiguiendo con serena persistencia, y que, como un poema dickinsoniano, pone constantemente a prueba. Tras cuarenta años al frente de Lumen, la editora se jubila, deja la firma que creó con su padre por una vida ajena a la frialdad y al fastidio de la urgencia de los números; Esther Tusquets, la escritora, ultima su autobiografía, que en la primavera lanzará Anagrama, en forma de cuatro cartas y un monólogo, en las que su intimidad queda de nuevo enaltecida por la fuerza del amor.
-¿Cómo recuerda aquella gauche divine de los 70 que usted vivió? ¿Era tan «izquierda» y tan «divina»?
-Era un grupo muy compacto, y yo, una marginal dentro de él. Aunque tengo muchos amigos que estaban, empezando por mi hermano…
-La mayoría de sus componentes estaban marcados por la «intelectualidad». ¿No es hoy ésta una palabra muy manoseada?
-El intelectual ha de mantener interés por el mundo que le rodea, tener unos criterios independientes al máximo, no adscritos a ningún credo fijo, y dar su opinión. En este sentido quedan pocos. Antes, los intelectuales estaban en la oposición, que siempre es más fácil, tienes menos contradicciones y más claros los objetivos. Cuando yo era joven, a nadie se le ocurría decir que era de derechas, ni en la Universidad ni en las editoriales. Ahora es distinto.
-¿Y eso es bueno?
-No lo sé, es así. Aunque lo que a mí me parecería mejor es que ganara y gobernara la izquierda.
-¿Influía mucho la política en los despachos de los editores?
-Influía la censura, no tanto en los libros de ficción como en los de ensayo político. Pero aun así, los editábamos censurados, porque la opción era publicarlos o no. Los publicábamos bastante censurados por nosotros mismos. De Madrid te devolvían un libro con tachaduras, algunas de ellas disparatadas, y al cabo de un tiempo te dabas cuenta de lo que podía pasar y lo que no. Cuando he vuelto a reeditarlos, lo he hecho al completo. Creo que es lo honesto.
-Sin embargo, publicó Izas, rabizas y colipoterras de Cela gracias a que el escritor era amigo de Fraga.
-Sí, entonces Lumen estaba muy en sus inicios, y este libro en aquel momento era muy escandaloso. Pasó censura por ser de Cela, y por ser de una colección cara, sofisticada, con fotografías. Una de las prostitutas que salía en el libro estuvo a punto de querellarse, pero cuando acudimos al acto de preconciliación ante el juez, ella no se presentó. Pensaba que los textos de Cela eran muy ofensivos hacia las mujeres.
-¿Y usted qué opinaba, como feminista?
-Que quizás en los textos de Cela había también cierta ternura.
-¿Lo volvería a publicar?
-No lo sé. Hay libros que nunca publicaría, pero no me he encontrado con esa situación. Recuerdo que otro caso límite fue el de las memorias de Leni Rifenstahl, hace seis años. Al final decidí publicarlo, porque era el testimonio de una mujer extraordinariamente inteligente, que había vivido un momento histórico muy de cerca. En el caso de las Izas… me lo planteé menos. Joan Colom había hecho cientos de fotos sin que aquellas mujeres lo vieran. Y cuando encargaron los textos a Cela, bueno…, nos podíamos imaginar que los textos serían así. De todas formas, me pareció más fuerte cuando publicamos Toreo de salón, porque los toreros salían más ridiculizados.
-¿Cómo ha llevado el compaginar su trabajo de editora y escritora?
-Nunca he tenido un problema serio de tiempo, he escrito cuando he querido. Lo que me ha dado mi trabajo como editora es mucho más respeto por la gente que escribe, se me ha hecho mucho más duro rechazar ciertos libros, decirle a un autor que no me gustaba. Porque cuando uno escribe se da cuenta de lo terriblemente difícil que es escribir incluso una novela mala. El trabajo más duro de un editor es dejar de editar un libro, sobre todo si la obra es de un amigo, de cualquier persona conocida o de autores que han publicado antes en tu editorial.
-Han pasado cuarenta años de Lumen. ¿Sería hoy posible crear una editorial como ésta?
-El mundo editorial ha cambiado muchísimo. Hay quien dice que actualmente crear una como Tusquets o Anagrama sería imposible. Yo no lo veo así. Montar una pequeña editorial con los gastos mínimos, sacando pocos títulos y teniendo la suerte de acertar con alguno… creo que se podría intentar.
-¿Se ha sentido más privilegiada por escribir que por editar?
-Por las dos cosas. De niña, de adolescente y en mi primera juventud daba por descontado que escribiría o que haría teatro. Pero también me interesaba el trabajo en la Universidad. De repente murió mi profesor, Vicens Vives, jovencísimo, justo cuando yo estaba terminando Historia. Mi padre había comprado una pequeña editorial, Lumen. Así que caí en esto de una forma bastante casual. Todos, incluidos mis amigos, creíamos que la editorial duraría 2 ó 3 años, porque entonces nadie leía. Pero en la Feria de Fráncfort, un agente italiano me enseñó unos libros de Quino. Nadie sabía quién era, yo sí. Había descubierto sus tiras en una tienda de Madrid; lo editaba Jorge Álvarez, de Buenos Aires. En pocos días se dispararon las ventas de una forma demencial. El primer cuaderno vendió ya 5.000 ejemplares. Hicimos once números. Y aún hoy Mafalda se sigue vendiendo sin parar. Al mismo tiempo, Umberto Eco escribía su primera novela, que se la dio a Lumen porque ya habíamos publicados sus libros de ensayo. O sea, que la cosa fue económicamente muy bien. Fue todo el azar, creo que tengo suerte.
-Me imagino que funcionó también la intuición.
-Sí, pero también apuestas por muchos autores. Hay autores que parecen invendibles, como Beckett, y la gente termina comprando sus obras. Claro que el haber sido premios Nobel ayuda.
-¿No padeció reveses económicos?
-Mi padre, que era médico y también se dedicaba a los seguros, tuvo una fe enorme en esta editorial, tanto que dejó su profesión para centrarse en ella. Lumen absorbió todo de una forma increíble. Mi padre tenía bastante intuición para los negocios pero sin querer ganar mucho dinero. O sea, que Lumen ha sido durante treinta y seis años un milagro. No creo que existiera mejor lugar para trabajar, lo dicen todos los que estaban conmigo, porque no había ningún afán de ganar más dinero, se publicaban los libros que nos gustaban y era muy divertido. Yo tenía mi dinero en billetes, hacía mis cambalaches, pagábamos como podíamos. Nadie me decía nada…
-Todo un lujo.
-Sí, lo decía todo el mundo. Íbamos a Bolonia, a la Feria del Libro Infantil, en dos coches, y aprovechábamos para ir a Florencia, a Venecia. Mientras hacíamos libros de venta muy difícil, sabíamos que no los íbamos a vender, pero nos daba igual. Fue la suerte de tener un padre como el que tuve, con gran instinto comercial y que no ambicionaba el dinero. Recuerdo que teníamos una colección, «Palabra de siempre», y no vendimos ni un solo libro. Un día mi padre entró en mi despacho y me preguntó: «Esther, ¿has dejado de publicar “Palabra de siempre” por algún elemento que no sea económico?» Y le contesté que era porque no se vendía. Entonces me dijo: «La financio yo, sigue haciéndola».
-¡Tenía al mecenas en casa!
-Sí, era fantástico, mi padre era un ser extraordinario. No fue fruto de una generación; sus amigos, que jugaban al tenis y al golf con él, no eran así. Cuando murió, hace once años, nos cayó todo encima. Él nos había delegado muy pocas funciones de la parte comercial. A mí no me gustaba llevar la parte económica, no me va, y creo que no sabría hacerlo. Llegó como gerente Carme Giralt, la actual directora, y mi hija se dedicaba a la parte literaria. Pero yo ya estaba cansada, el mundo del libro ha cambiado mucho, la vida de los libros en las librerías es cada vez más corta, el fondo no lo cuida nadie. Las directrices actuales son publicar, vender rápidamente, destruir ejemplares y eliminar títulos del catálogo. Ocurrió que en una partida de bridge, Hans Von Fryberg, entonces director general de Plaza & Janés, me dijo: «Si algún día te hartas y quieres vender, dímelo». Y así pasó, hace cuatro años y medio.
-Y ahora, a los 64 años, llega la jubilación.
-Sí, pero no va a ser nada traumática. Claro que si yo no hubiera vendido el 80 por ciento de Lumen, ni se me habría ocurrido jubilarme, como no se le ocurrió a mi padre, que se murió de repente a los 82 años.
-¿Cambiaría su postura si no estuviera su hija, Milena?
-En ese caso habría roto completamente con la editorial.
-¿Cómo es su relación con ella?
-Muy buena. Llegó de Londres, donde había estudiado Arqueología, se metió en Lumen para «hacer papeles» y allí se ha quedado. Y la verdad es que la han ido promocionando, más que por iniciativa mía, por iniciativa de Plaza. Ellos apoyan a la gente joven. Además, Milena es más peleona que yo, tiene más marcha, y eso a la gente de Plaza le gusta. Y también tiene más interés en que económicamente la editorial funcione. Ahora me dedicaré a escribir más y leeré sólo lo que me apetezca.
-¿Qué está escribiendo ahora?
-Acabo de terminar una obra autobiográfica que publicará Anagrama en marzo. Se llamará seguramente Correspondencia privada, en el mismo tono que Carta a mi madre. Son cuatro historias de amor que reflejan el momento histórico en que viví esas pasiones. Es un poco como el cierre de mis novelas, pero alejada de la apatía de algunos de mis personajes. Yo siempre he sido mucho más feliz que las protagonistas de mis novelas.
-¿Siempre ha sido feliz?
-No siempre. He sido una niña desgraciadísima hasta los diez años, primero porque los primeros años de mi infancia estaba rodeada de amor, mis padres, mis tíos, yo era el juguete. Cuando terminó la guerra, me encontré sola, en manos de las criadas, mi madre salía muchísimo, a mi padre le veía muy poco. Pero a estas alturas puedo decir que todo lo que me ha apetecido y he podido lo he vivido.
-Su caso es el de esas personas de las que se dice que han sido dueñas de su destino.
-Bastante, aunque todo es relativo. Pero se lo debo a la educación que me dieron mis padres, que en mi casa eliminaron toda idea de sacrificio, de renuncia, de pecado…
-¡Qué paradojas, su padre compra Lumen, una antigua editorial religiosa de Burgos!
-Sí, pero para mi familia lo importante era disfrutar de la vida. Nunca he tenido espíritu de sacrificio, pero también me gustaría que la gente del mundo entero, empezando por los que me rodean, sean lo más felices posible. Nací en el 36, y he vivido mucho. La vida, en contra de lo que la gente cree, es muy larga. Cuando iba a la Universidad, lo moderno eran los impresionistas y se hablaba remotamente del arte abstracto. La Barcelona de la posguerra tiene muy poco que ver con la de ahora.
-¿Cuál fue el acontecimiento de su vida que más le ha afectado?
-La aparición de Esteban [su marido]. Lo que me ha pasado en la vida profesional tiene mucha menor intensidad.
-El primer libro de Lumen fue uno firmado por Ana María Matute para una colección infantil, El saltamontes verde. La escritora acababa de ganar el Nadal, y hoy está en la Academia. ¿Las cosas han cambiado mucho para las mujeres?
-Que haya una mujer en la Academia es bueno, pero no sé si es tan importante. Cuando García Márquez, en una entrevista, dijo que pasaría un año sin escribir porque le habían dado el Nobel, me extrañó. Y Carmen Martín Gaite, cuando estaba a punto de ser académica, con el poco tiempo que le quedaba, me dijo una vez que cómo iba a perder tantas horas en la Academia.
-Con su retirada, y la de Carmen Balcells, se acaba toda una generación. Pero hay otra, formada por las nuevas agentes literarias y editoras, su hija es un paradigma claro. ¿Han cambiado tanto las cosas? ¿Realmente las mujeres, en Occidente, hemos roto el techo de cristal?
-Durante muchos años las mujeres han estado en la política, en las empresas, pero nunca en los altos cargos. Yo tuve una editorial, no porque hubiera una junta de accionistas que apostara por mí, sino porque me la compró mi padre. El caso de Beatriz de Moura es parecido. En cuanto a los agentes literarios, se consideró que era un trabajo como el de enfermera, luego Balcells lo ha convertido en otra cosa. Pero lo importante es que en la cúspide de las editoriales estén las mujeres, y hoy no es así. No creo que entre los altos cargos de Bertelsmann haya mujeres.
-¿Hay muchas diferencias entre la Feria de Fráncfort de su primer Quino y la actual?
-Menos de las que parece. Hace cuarenta años decíamos que era un aburrimiento, que no servía para nada y que los libros se contrataban antes de ir a la Feria. Pero acudir a Fráncfort suponía estar en contacto con los editores. Ahora es un poco menos imprescindible. Además, el e mail ha acelerado los pedidos. Es muy raro que vuelvas de allí sin haber conseguido algo.
-¿Qué rasgo la define mejor?
-La coherencia. Que entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago haya una mínima armonía.
-¿En qué época le hubiera gustado vivir, y escribir?
-En el siglo V antes de Cristo en Grecia, o en la Italia renacentista.
-¿Hay mucha basura literaria?
-Que un libro tenga más éxito o no es independiente de la calidad. Se escribe y se publica una barbaridad. Esto no es normal en un país como el nuestro, con un índice tan bajo de lectura. Pero no todo es malo. La novela no ha muerto. ¡No se ha muerto ni la poesía! Incluso se ha puesto de moda. Cuanto menos cultura tiene un país, mayor incidencia tienen las modas.
-¿Es bueno que un escritor gane mucho dinero? Hoy los contratos en el mundo editorial se parecen a los de un club de fútbol, los escritores van de editorial en editorial, son volátiles, como el mercado de valores.
-Me parece fantástico que se pueda ganar tanto dinero con la literatura. Agentes como Balcells han tenido mucha importancia. Pero no es incompatible con la lealtad. Eco, por seguir fiel a Lumen, no creo que se haya perjudicado, ni que la editorial haya vendido peor sus obras. Si el editor te va a pagar puntualmente los royalties cada año, no importa tanto el anticipo. Ahora se da un anticipo superior a lo que va a dar de sí el libro por derechos de autor. El editor no los cubre, y cuando caduca el contrato, el escritor se va a otro editor. No me parece positivo, y eso es culpa tanto de los agentes como de los editores.
-¿Qué opina del precio fijo en los libros?
-Todo el mundo saldrá perjudicado, en otros países ya se ha visto. Los precios, en lugar de bajar, han subido.
-¿Cree que esta ley es sintomática de un gobierno poco sensible a la cultura?
-Creo que sí. La mayoría absoluta hace que se atrevan a todo. No sé si los socialistas se atrevieron a tanto.
-¿Cataluña ha perdido fuelle con respecto a Madrid?
-No lo sé muy bien. Hubo un tiempo que viví cómo a los catalanes nos recibían en Madrid como si fuéramos los Reyes Magos; era cuando mirábamos más a Europa. Tengo muchos y muy buenos amigos en Madrid, me lo paso muy bien. Quizás hoy haya más prepotencia en la capital. Pero también aquí el nacionalismo ha sido malo. No me mueve nada lo catalán, como tampoco lo español. Cataluña es bilingüe, de momento. Si desaparece una de las dos lenguas, y creo que sería muy difícil que lo hiciera el español, no voy a intervenir.
Article publicat a “El País” el 15/05/01 per Isabel Obiols
Memoria, melancolía, amores y familia son algunos de los ingredientes del último libro de Esther Tusquets (Barcelona, 1936), Correspondencia privada (Anagrama), que presentó ayer en Barcelona. Se trata de un conjunto de cuatro cartas -y un epílogo- en las que recoge ‘el material más literaturizable’ de su vida: la relación con su madre; su primer amor con un profesor de literatura del colegio Alemán, donde estudió; la historia con un compañero de la época universitaria, y los años con el que fuera padre de sus hijos.
A pesar del contenido autobiográfico, no escondido, Correspondencia privada está lejos del género memorialístico: ‘No abarca la totalidad de mi vida’, aseguró. En él faltan los recuerdos sobre su profesión de editora y la relación con su padre, su hermano, el arquitecto Óscar Tusquets, y sus hijos.
La autora ha querido ‘que los relatos se defendieran por sí solos’ ante los lectores que no la conocen: ‘Lo que está bien de este libro es que en él aparecen cosas que nos suceden a todos’. También que cada uno de ellos reflejara un momento concreto de la Barcelona de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, siempre impregnados del hacer de la burguesía de la ciudad, el mundo que dice que conoce mejor, y de una visión literaria de la vida: ‘Soy exagerada, desmesurada y no cuento nunca las cosas como son’, afirmó.
Aunque no sabe qué vendrá más adelante, Tusquets aseguró que con Correspondencia privada pone fin a la escritura de libros que, con contenido más o menos autobiográfico, ha publicado desde El mismo mar de todos los veranos, aparecida en los años setenta.
Article publicat a “El País” el 15/05/01 per Maria Asunción Guardia.
Esther Tusquets presenta su novela más autobiográfica. Cerrada la etapa de 40 años dirigiendo su propia editorial, Esther Tusquets se situó ayer al otro lado y asistió, como autora, a la presentación de “Correspondencia privada”, su último libro, que ha editado Anagrama.
En la obra, marcadamente autobiográfica, “hay poca ficción y la poca que hay es irrelevante”, dijo el editor Jorge Herralde. Pero Tusquets, sin ocultar estos rasgos, piensa que los relatos se defienden por sí solos. Base real, pero convertida en literatura. Son cuatro cartas, cuatro relatos dirigidos a personas que ya no existen pero que permanecen arraigados en la memoria de la protagonista, con los matices de la distancia. Un juego entre ficción y realidad que evoca a la perfección el cuadro de la portada: una imagen de la Venecia de Canaletto que se acaba de ver en el CCCB.
Cierra el libro un epílogo, lúcido, triste, real, que compartirán quienes hayan superado los 40 años. Esther admite que el epílogo pueda parecer triste “porque habla de envejecer y morir, lo que nos espera a todos. Es un final rotundo”.En la obra no hay confidencias del mundo editorial (“eso lo hará mejor Herralde, que lo procesa todo; o lo podríamos hacer entre los dos”). Y hay personas importantes de las que no habla: su padre, su hermano, los hijos…
Lealtad
La carta que dirige a la madre actúa de arranque fuerte. Su origen es un relato del libro colectivo Madres e hijas y sirve de hilo conductor de esta correspondencia, de alguna manera lo impregna todo. Sobre sus amores, Tusquets dice “entender mejor la lealtad que la fidelidad” (a los amigos y a la pareja). Y piensa que, “a la larga, el ser humano fracasa siempre: es sólo cuestión de tiempo”.
Article publicat al diari “ABC” el 15/05/01 per Ángela Molina
Correspondencia privada es el nuevo título de Esther Tusquets (Anagrama), una obra de género epistolar que incluye cuatro cartas de tinte autobiográfico en las que la autora barcelonesa (1936) recupera episodios de su vida. «En cada relato intento reflejar la España del momento», dijo ayer Tusquets en la presentación del libro. «Evidentemente hablo de la burguesía barcelonesa, que es lo que mejor conozco, pero espero que los relatos se defiendan como tales porque el hecho de que sean autobiográficos carece de interés». Y añadió que su literatura siempre ha estado marcada por el momento en que ha sido escrita. «Estas cuatro historias tienen una base real, con cuatro personajes reales; pero hay cosas importantes de mi vida que no he contado; por ejemplo, apenas hablo de mi padre, ni de mis hijos, ni de mi hermano Óscar. En general, no ha habido autocensura; un escritor sabe que hay cosas que ha vivido que tienen una carga literaria, y las cuenta. Lo único que he evitado es herir a nadie, y contar episodios escabrosos de mi vida».
La escritora y directora durante cuatro décadas de la editorial Lumen hasta su jubilación, el pasado mes de diciembre-, autora de la trilogía formada por El mismo mar de todos los veranos, El amor es un juego solitario y Varada tras el último naufragio, cree que con Correspondencia privada cierra una época: «Estoy harta. Sobre todo bastante harta de ser yo. Siempre he sido una escritora que he dado vueltas sobre mi pasado. Pero nunca he contado las cosas como son. Soy exageradamente desmesurada».
Las cartas están dirigidas a su madre, a su profesor de literatura (un cordobés católico), a Eduardo -del que se enamora pese a la oposición paterna- y a Esteban, con el que mantiene un intenso idilio. El momento de Tusquets tiene unas dosis de nostalgia: «Es fantástico haber sido joven en los sesenta, y adulto en el 2000», afirma. Y reconoce, con Jorge Herralde, su editor, que este libro «tiene ciertas dosis de voyeurismo, pero sólo la que el autor permite».
Sobre las satisfacciones o insatisfacciones que le produce la vida moderna, a Tusquets le apena que la gente joven no reivindique nada. «La generación de mis hijos siempre está cansada». Y se pregunta. ¿Cómo se puede ser optimista en el mundo en que vivimos?
Article publict a “La Vanguardia” el 05/05/01 per Salvador Sansuán
A veces me pregunto si los recuerdos son algo que tenemos o algo que hemos perdido.” Con esta melancólica interrogación puesta en boca de una cincuentona Gena Rowlands cierra Woody Allen el guión de “Otra mujer”. Y en esos términos, entre esos extremos, se mueve la Correspondencia privada con la que regresa por la puerta grande la poco prolífica Esther Tusquets. Cuatro cartas, cuatro relatos, dirigidos a personas que ya no existen pero que para nada se han ido, por lo menos mientras permanezca la protagonista que los une. Una protagonista que, de ahí la pintura elegida para la cubierta del libro, muestra un parecido tan razonable y parcialmente real con la escritora como los cuadros de Canaletto con la serenísima ciudad de Venecia.
Una madre inteligente y distante, un caballeroso profesor falangista, un compañero de universidad cuyo talento acaba desperdiciado por los avatares que le acarrea una dudosa sexualidad y, por fin, un hombre casado que ha sufrido los rigores del franquismo son los destinatarios de cuatro cartas que esbozan la biografía y la circunstancia histórica de una mujer perteneciente, no se cansa de recordarlo, a una burguesía timorata y sin raíces, crecida en plena posguerra, en el apogeo de un na- cionalcatolicismo de contubernios diversos. El estilo de Tusquets, frases voluntariamente kilométricas y digresivas, pobladas tanto de paréntesis y guiones como de serenidad e ironía, se antoja, leído, el único posible para evocar un pasado siempre necesitado de explicaciones y apostillas. Un pasado que arranca con la descarnada epístola a una madre atea y estilizada, lectora desde su juventud de Balzac, Zola y Voltaire en su lengua original, que nunca pensó en seguir los consejos del “Libro de la perfecta casada” con el que la obsequiaron para su boda, acaecida ésta por intereses entre los que no constaba el amor. Una madre que pudo ser lo que se hubiera propuesto, pero a la que las convenciones de la época llevan a la amargura. Una madre a la que lanarradora deja de querer ante la imposibilidad de ser suficientemente buena para ella.
El pasado se encarna luego de historia imposible, de alumna enamorada de profesor cordobés del Colegio Alemán, falangista de primera hora -ella lo sería luego-, caballero español de manual, seguro de que todo en España, policía, cine, literatura e incluso los bomberos, eran los mejores del mundo. Sentimiento que, admite pudorosamente la protagonista, los españoles que habían ganado la guerra, sus padres e incluso ella compartían.
Article publicat al diari “Avui” el 21/06/01, a cura de Cristina Calderer
Què és el que fa vostè –li van preguntar al senyor K– quan estima una persona?
–Li faig un dibuix –va respondre el senyor K– i procuro que se li assembli.
–Qui, el dibuix?
–No –va dir el senyor K– la persona”.
Si començo aquesta ressenya amb unes paraules de Bertolt Brecht, és perquè conec gent força assenyada que assegura que la relació entre la menudesa de l’ésser humà i la passió que l’amor ens provoca no poden mai correspondre’s, que és impossible que cap mortal pugui produir en un altre la intensitat física i emocional que aquest enigmàtic sentiment ens provoca, a primera vista o fins i tot abans de contemplar l’obscur objecte del nostre desig, com exemplifica a Correspondencia privada Esther Tusquets: “¿Acaso no se había enamorado Inés de Don Juan a través de unas cartas… no amaba Senta al Holandés Errante mucho antes de que llegara a puerto…?”. Per aquesta raó alguns savis asseveren que tot amor és narcisista, perquè, conscient o inconscientment, fem un dibuix del que ens exalta i l’inserim a mida en la persona escollida. És a dir, d’alguna manera ens enamorem de nosaltres mateixos, que sí que tenim una idea aproximada del que ens excita i una primitiva tendència a la recerca obsessiva del plaer. Amb poques excepcions, tot el que Esther Tusquets ha escrit gira al voltant de l’amor, com si tan sols a partir d’aquest fos capaç d’analitzar, entendre i treure conclusions –per activa o passiva– sobre la vida. I no em refereixo només al fet d’endinsarse introspectivament en els sentiments i actes d’un o diversos individus, l’accident del quals és estar enamorats (en aquest cas estaríem parlant d’una simple, més o menys aconseguida, però simple novel.la amorosa), sinó sobretot al fet d’emprendre, a través del que estilísticament no sé si en podríem dir co-freqüencialitat, una humorística, irònica, a vegades expressament ingènua però sempre severíssima crítica social. Perquè sigui com sigui, procedeixi d’on procedeixi, estimar significa acceptar un alt risc que de cap manera pot resistir la pedanteria del set ciències, la corda fluixa on se sustenta la seguretat del mascle ibèric, la hipocresia de les beates, la fal sedat inenarrable del qui es creu en possessió de la veritat, l’abominable miserabilitat del burgès o algunes actituds de personatges que aquesta dona estima, per exemple els tres homes a qui adreça aquesta correspondència privada i que la decepcionen imperdonablement.
CO-FREQÜENCIALITAT
Ara bé, vistes així les coses, podria semblar que l’escriptora barcelonina escriu dues novel.les paral.leles en una única freqüència, un correlat, però no és així, i és en aquest sentit que abans parlava del que jo en diria cofreqüencialitat. M’explico: a cada una de les cartes d’aquest llibre –que avança amb una celeritat argumental prou inusual en la majoria de les obres d’Esther Tusquets, les quals t’arrosseguen en un encisador huracà de digressions, interpolacions, aclariments inesperats, acurats detallismes, etc.– se succeeixen plànols perfectament integrats en el temps i en l’espai, bastint una perfecta arquitectura novel.lística, però a la vegada irromp el secret, les deduccions, el que pensava la protagonista, el que creia que estava pensant l’altre, o comença a desgranar-se allò que hauria pogut passar si les coses haguessin anat d’una altra manera. D’aquesta manera aconseguiex una dinàmica incorporació d’actes i pensaments rapidíssims, de cicles intuïtius que sintonitzen més amb el procés intel.lectual i emotiu de qui està llegint que amb la pròpia lògica textual. La novel.lista fa possible que una relació amorosa s’engrandeixi fins a resultar una obra que integra la complexa pluralitat de comportaments humans. Un text que parla de la vida però no la descriu (això fóra massa fàcil i avorrit –de fet, no conec cap personatge com l’escriptora d’aquesta correspondència, tot i que l’Esther Tusquets és qui més s’hi apropa–), perquè, ja ho deia Kandinsky, tota obra que és filla del seu temps a la fi resulta, manllevant ara el vers de Joan Manuel Serrat, un art castrat i vell, tot al contrari del que crea l’autora davant les relacions humanes més usuals, que ella converteix en insòlites. Amb el temps, i molt considerablement a partir dels relats de La niña lunática (clarament a Con la miel en los labios), Esther Tusquets ha anat deixant a banda el magnetisme de les seves primeres produccions apostant per un estil més àgil, d’aspecte més irònicament sever i conclusiu, més voluntàriament radical amb ella mateixa a mesura que la nostàlgia va cloent episodis capitals de la seva vida. A les quatre cartes de Correspondencia privada, cartes que han de llegirse per rigorós ordre si volem sentir la colpidora fiblada que provoca la lectura de l’epíleg, hi trobem moments de gran tendresa, com per exemple el del retrobament amb el seu primer gran amor d’adolescència, ja molt vell i a punt de morir, però també d’humor irònic. No es perdin la descripció ideològica i moral d’aquest professor de literatura cordovès, entre Sèneca i Manolete, lleig, catòlic i sentimental, amb ràfegues com aquesta: «No me cabía la menor duda de que te hubieras echado a la calle el 2 de mayo para enfrentarte enarbolando un cuchillo de cocina al invasor francés… mientras yo le diría a nuestro hijo: “Pues que la patria lo quiere, lánzate al combate y muere, tu madre te vengará”». El fet de posarse en el pensament de l’altre i fer lo parlar és una tècnica que ajuda l’autora a allunyar-se del mono-diàleg epistolar i acostar-se així al text més novel.lístic, però a la vegada és un recurs paròdic que pot fernos petar de riure, com per exemple el fragment de l’última carta on se’ns explica el paperot que ha de fer la protagonista davant el tribunal eclesiàstic perquè li concedeixi l’anul.lació matrimonial.
RECORDS DEL FRANQUISME
Tots els episodis del llibre esdevenen durant el règim franquista, per això no ens ha d’estranyar que l’Esther Tusquets, escriptora, editora i dona compromesa amb la justícia, la igualtat i la llibertat, vagi elaborant, aquí i allà, un catàleg de les coses que una senyora no podia fer durant aquell temps, en què era veritablement considerada com un home disminuït, així com una relació dels problemes que havia de patir donada la seva incapacitació jurídica i social, que controlava primer el pare i després el marit. Tot i això, tampoc oblida ni un moment la frivolitat de la Gauche Divine o la mesquinesa de la burgesia, per abordar el fenomen generacional del desclassament, que ella viu com un fet natural, gens dramàtic. Suposo que a causa d’aquesta febre actual de ficar el nas en la vida íntima dels altres –que ens ha dut a la bogeria de dur al màxim índex d’audiència una dotzena de programes de tipus Gran Hermano–, part de la crítica i tot el món periodístic s’ha interessat per conèixer si aquesta Correspondencia privada és biogràfica, si és veritat o no el que Esther Tusquets explica, cosa que l’autora ja va respondre al triar la portada del llibre, on apareix una vedute, un fragment d’escena urbana, pintada per Canaletto, el qual va crear una imatge de Venècia que barrejava construccions imaginàries amb d’altres bastant aproximades a la realitat. Aquesta Venècia és la que des del Segle de les Llums opera en imaginari col.lectiu de tot ésser humà, hagi o no visitat la ciutat, s’hagi adonat o no de l’engany, del farol que jugava a favor no tant del crupier sinó dels que rebíem les cartes. Esther Tusquets, d’altra banda excel.lent jugadora de cartes, ens ha repartit aquestes quatre en un pòquer descobert. Realitat? Ficció? Mentida? Veritat? Què ens importa? L’única cosa que sabem segur és que la vida va de debò, que de vegades vivim del que hi ha i altres del que pot ser possible, i que arriba un moment, ho diu l’Esther, en què deixem de viure històries i, simplement, ens comencen a passar coses, quan l’amor ja és tan sols un joc nostàlgic i estem al mig del mar quan és hivern i comencem a sentir massa a prop l’últim naufragi.
Article publicat a “El Periódico” el 05/07/01, per Enrique Turpin
Moments epistolars
Com passa amb les últimes línies de la magistral font de què es nodreix aquesta Correspondencia privada, d’Esther Tusquets, és a dir, la Carta al pare que Franz Kafka va escriure el 1919, també aquí “se ha logrado en mi opinión algo tan próximo a la verdad, que puede tranquilizaros un poco a ambos y hacernos más fáciles la vida y la muerte”. Es tracta de quatre cartes i un epíleg amb què Tusquets voreja tot el que resulta aliè a la veritat. Jocs encoratjats per un esperit indòmit per a tot el que suposi ajornar l’arribada de la maduresa, passió literària que dignifica la memòria del que ja ha estat escrit.
El 1996, Tusquets va rebre, juntament amb una desena d’escriptores, l’encàrrec d’escriure una carta que tingués com a motiu central la relació entre mares i filles. D’aquella proposta en va sorgir Carta a la madre, ara titulada Carta a mi madre, en resposta a la privacitat d’aquestes trobades epistolars. Que jutgi el lector, tot i que es pot avançar que la mare que s’hi retrata té molt de personatge de conte folklòric. Mare perversa davant de fada bona, encara que la narradora obligui a definir la mare com a divina entre las diosas.
Més enllà de referents autobiogràfics, l’escriptora inaugura per a les lletres espanyoles una forma d’escriptura en què l’element retòric es dóna la mà amb plantejaments morals d’indagació personal, tot plegat subjecte a una estranya contenció estilística en què pensament i escriptura són una mateixa cosa.
Es a dir, el lector coneix qui escriu pel que escriu, i a més el que acaba escrit no traeix la reflexió sobre el que es vol escriure: el camí que va de la idea a l’artifici narratiu té una consistència poc freqüentada aquests dies.
La prosa de Tusquets compleix doncs l’objectiu de perviure en la memòria, el lloc on la literatura pot ser una forma d’escoltar i de recuperar les il.lusions perdudes.