Quizá no sea éste el mejor rincón de Ciutat Vella, pero lo sería, sin duda, con un mínimo esfuerzo. Empecemos el itinerario en la plaza de George Orwell, un vaciado de la década de 1980, presidido por una escultura de Leandre Cristofol, homenaje -como el propio nombre de la plaza- a las vanguardias culturales y políticas de la Cataluña republicana. Las viejas fachadas se están rehabilitando lentamente, aunque no la habitual concurrencia humana. Desde ahí, el carrer d’en Carabassa ofrece al Norte una fachada paralela a la calle de Avinyó; al Sur, la pintoresca sucesión de patios, jardines y retranqueos de los asentamientos góticos; dos puentes entre ambas fachadas que son el marco del monumento terminal, la cúpula de la Mercè con la imagen con que Frederic Marés la remató, abarrocando la que había desaparecido durante la Guerra Civil. Desde los jardines elevados, una magnífica palmera completa esa imagen insólita, que recuerda los pintoresquismos decadentes de una ciudad siciliana. Pero de Orwell a la Mercè se descubren otros escenarios no tan atractivos. Una plazoleta a mano derecha, consecuencia de unos derribos incontrolados, es ahora un depósito de basuras residuales y de grafitos insultantes. Unos árboles escasos no logran disimular ni las medianeras impertinentes ni la suciedad anquilosada. Hay que continuar el itinerario olvidando esa alteración visual que el Ayuntamiento mantiene como muestra de su falta de sensibilidad. Enseguida, la vegetación lateral de los jardines se incorpora al itinerario, anunciando los dos puentes transversales. Hay un tramo muy tenso y muy expresivo entre los dos puentes, en el que la calle se ensancha y la altura edificada se reduce. La penetración de luz da una i